martes, diciembre 24, 2013

Dios está en una cámara fotográfica

Las personan piensan que vivo en el cielo y soy un anciano barbudo. Nada me parece más ridículo que pensar que yo soy como ustedes. La verdad es que nunca hubiera podido imaginar eso. Es decir, si a mí alguien me hubiera preguntado qué concepción quisiera que mis humanitos tuvieran de mí en unos miles de años, yo hubiera dicho muchas cosas -despúes de mucho pensarlo- pero nada se hubiera comparado con eso. Definitivamente, debo felicitarlos por la concepción que tienen de mí. Yo sé perfectamente lo que pasa. Les dejé muy pocas pistas de mí. Con cinco vetas de conocimiento, ¿cómo iban a poder saber que soy sólo lo que está en las cámaras fotográficas? 
Claro que vengo del futuro. Claro que por eso sonríen. Me encanta mirar las caras de imbéciles que ponen. No saben cuánto me hacen reir. La verdad es que esperé ansioso 3000 años para que pudieran llegar inventarme una ventana. Yo no podía verles. Tampoco me interesaba mucho, pero pues, naturalmente, uno a veces tiene hijos y decide que hay que mirar lo que hacen, aunque no se involucre o ni les hable, pero se siente esa curiosidad por acecharlo en el parque, o mirar si ya batea mejor. Luego hay que marcharse, no saludar a nadie e irse del lugar sabiendo "no ha mejorado; será un idiota" o "aún le teme a la resbaladilla". Así hay que hacerlo con los hijos porque luego se vuelven una molestia. Lo mismo con ustedes, yo quería verlos correr en el parque y cada vez que intentaba no podía porque cuando ya esperaba que tuvieran la cámara fotográfica me enteraba por las noticias de que apenas tenían la máquina de vapor o la luz eléctrica y el telégrafo. Yo me moría de vergüenza, -imagínate mi muerte, pesada y luminosa, marcando una franja tiesa del universo-. 
Un día inventaron la cámara fotográfica y yo estuve en primera fila para ver todo lo que ya me tenían. Tanto que había imaginado y sólo le toman foto a una montaña. La primera que inventaron fue la peor de las ventanas que he visto. Pero ustedes siempre me decepcionaron tanto que cuando eso pasó sólo tuve que sonreír a los amigos y les dije que pues estaban jovencitos, que no tenían mucho de dónde hacer un buen trabajo. Todos nos echamos a reír y vimos por otra cámara. Y así estuvimos viendo muchas cosas y tomando ron barato. Montañas, ríos, nubes. Pero esas cosas yo ya las conocía. Nada me emocionaba tanto como verlos a ustedes. 
Cuando comencé a verles fue lo mejor que me sucedió ese día. Empezaron a ponerse frente a las ventanas. Estaban todos muertos. Por cualquier ventana que me decidiera asomar siempre los encontraba muertos: la piel pálida, los ojos cerrados, algunos hasta en sus féretros. Yo pensaba, alegre, que los que activaban las cámaras eran los últimos que quedaban de ustedes. Luego pude darme cuenta de que todo estaba yendo al revés de mis planes. 
Con todo lo que se esperaba de ustedes, mejoraron la calidad de las ventanas y mejoraron la calidad de su idiotez y mejoraron mi vergüenza. Cada vez me resultaba más difícil mantener a mis amigos riendo cuando lo que ustedes hacían no era lo más esperado. Debo decirles que ustedes siempre me han dejado en una línea de vergüenza. Por eso les digo que con los hijos no hay que involucrarse. Suficiente con traerlos y verificar que sean unos idiotas. 
Pues llamé a mis amigos para mostrarles cómo por fin se estaban muriendo todos ustedes. Para cuando ellos empezaron a asomarse por las ventanitas, ustedes ya se reunían en fechas importantes -y esto lo digo con tono de mofa- y sostenían armas y todos eran circunspectos, algunos sostenían armas o sus utensilios de cocina. Ya no recuerdo cuántas explicaciones tuve que dar cuando mis amigos dijeron que ustedes no se estaban muriendo, que los humanitos no se estaban acabando.

miércoles, diciembre 18, 2013

Son muy chistosas las sociedades. Aunque pienso que todo tiene un vínculo con la salvación y el acceso a la verdad. Sólo siento que nuestra especie es una raza de saprófitos en un estallido de putrefacción, como en esas fermentaciones que se producen en los líquidos con bacterias que producen gases como metano. Como algo que ebulle, y está lleno de seres vivos microscópicos, luchando por sobrevivir de una manera absurda porque saben todos que no tienen oportunidad para la supervivencia.
La tierra es la infectada de nosotros y de pronto, le ha surgido una ciudad, una erupción de seres humanos que la destrozan, así como el Helicobacter pylori alrededor suyo crea un ambiente alcalino en el que pueda sobrevivir al ácido del estómago, nosotros ponemos cemento, baños públicos y sacamos el agua de su sitio original para llevárnosla para tomarla en nuestros cuartos. Pero es todo lo que somos, una simple burbuja que estalló sobre la tierra. Nueva York, Tokio, Mozambique, Lyon, Nantes, Piedras Negras, Medellín, son sólo basura comiéndose en putrefacción.
Me resultan en sumo graciosos los comportamientos que adoptamos para algunos eventos, pero sobre todo, me resulta llamativa la función de las galas, de los atuendos especiales y más sabiendo nuestra futilidad e incluso perjuicio para el universo. La tierra puede ser una extremidad de un ser demasiado grande y nosotros sólo infectamos su herida. Imagínense a un montón de bacterias, muy serias, con sus trajes, en una reunión sobre la que discuten cómo ampliar el foco de infección, cómo adquirir un mayor tamaño y aumentar nuestras huestes. Imagínense a dos bacterias casadas, comprometidas a reproducirse y a adquirir ese estatus de procreador de soldados putrefacteadores. En general, la raza humana está compuesta de bacterias: tenemos un sistema digestivo con el que infectamos la tierra y tomamos todo de ella, tenemos un diminuto sistema nervioso con el que podemos ver lo que queremos nomás y un sistema locomotor para mantenernos fijos a la piel que cubre a este ser vivo.
Yo creo que entre todos los planetas -siguiente nivel de entelequias- la Tierra debe ser uno bastante discriminado. A lo mejor, todo el sistema solar está muy alejado de otras constelaciones. Seguro se corre el rumor de que todo el sistema solar tiene factores de riesgo para infecciones por homo sapiens, una peligrosa bacteria. Definitivamente podría estar en un hospital universal y Venus, Mercurio y Marte son los cirujanos extrayendo cuerpos y muestras para erradicarnos. El sol es una terapia que intenta matarnos. De alguna manera los cirujanos han logrado disminuir el sistema inmune de Tierra, ayudados por los mismos gases que expelemos. La terapia solar está siendo más efectiva en algunos sitios de la infección, como el Ecuador. Definitivamente, al final de la intervención la epidermis del paciente no estará en excelentes condiciones, requerirá de un tiempo más para poder volver a su nivel basal y saludable. Deberá desintegrar ciudades y reacomodar el tránsito de sus ríos.
En esta etapa del tratamiento, la proporción de la infección ha crecido en número de bacterias pobladoras de cada lesión, pero ha disminuido la rapidez de su reproducción.

martes, diciembre 03, 2013

todo comienza aquí


Señor, ten piedad
Cristo, ten piedad
Señor, ten piedad.
Cristo, óyenos.
Cristo, escúchanos.
Dios, Padre celestial,
ten piedad de nosotros.
Dios, Hijo, Redentor del mundo,
Dios, Espíritu Santo,
Santísima Trinidad, un solo Dios,
Santa María,
ruega por nosotros.
Santa Madre de Dios,
Santa Virgen de las Vírgenes,
Madre de Cristo,
Madre de la Iglesia,
Madre de la divina gracia,
Madre purísima,
Madre castísima,
Madre siempre virgen,
Madre inmaculada,
Madre amable,
Madre admirable,
Madre del buen consejo,
Madre del Creador,
Madre del Salvador,
Madre de misericordia,
Virgen prudentísima,
Virgen digna de veneración,
Virgen digna de alabanza,
Virgen poderosa,
Virgen clemente,
Virgen fiel,
Espejo de justicia,
Trono de la sabiduría,
Causa de nuestra alegría,
Vaso espiritual,
Vaso digno de honor,
Vaso de insigne devoción,
Rosa mística,
Torre de David,
Torre de marfil,
Casa de oro,
Arca de la Alianza,
Puerta del cielo,
Estrella de la mañana,
Salud de los enfermos,
Refugio de los pecadores,
Consoladora de los afligidos,
Auxilio de los cristianos,
Reina de los Ángeles,
Reina de los Patriarcas,
Reina de los Profetas,
Reina de los Apóstoles,
Reina de los Mártires,
Reina de los Confesores,
Reina de las Vírgenes,
Reina de todos los Santos,
Reina concebida sin pecado original,
Reina asunta a los Cielos,
Reina del Santísimo Rosario,
Reina de la familia,
Reina de la paz.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,
perdónanos, Señor.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,
escúchanos, Señor.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,
ten misericordia de nosotros.
Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios.
Para que seamos dignos de las promesas de Cristo.
ORACIÓN.
Te rogamos nos concedas,
Señor Dios nuestro,
gozar de continua salud de alma y cuerpo,
y por la gloriosa intercesión
de la bienaventurada siempre Virgen María,
vernos libres de las tristezas de la vida presente
y disfrutar de las alegrías eternas.
Por Cristo nuestro Señor.
Amén

lunes, diciembre 02, 2013

laberinto óseo

estoy buscando una parte del olvido dentro de tus oídos. En el laberinto que tiene tu cráneo junto a tu oído. Viajo disfrazado de sonido. Subo, doy una vuela a la derecha para aterrizar entre otolitos y células de suero. Bajo un poco y miro tres caminos: no sé adónde va cada uno pero nado sobre ellos, perdido en tu cerebro. Y sigo buscando un poco de olvido, sigo buscando una piedra que perdí a los once o una hoja que tiré por la ventana de mi coche la semana pasada. Sólo para eso estoy diciéndote que busco en tu cerebro una nota de venta y una nota de amor que quería dejarte la semana pasada en la ventana. Quizás estoy equivocado y no puedo encontrar mi olvido, sino el tuyo, pero cómo reconocer tu olvido entre todas las cosas que aquí hay: un árbol grande en el que una niña de lentes come una sandía, o una mano que unta mantequilla a un pedazo de pan, un río en un atardecer -tal vez en ese río esté mi piedra-. Debo estar equivocado. El problema es que aquí no está mi olvido. Aquí está algo que lo mismo puede ser tu olvido que tus recuerdos; y yo sólo quiero tomarlos todos del cabello y correr como el ladrón vulgar que se lleva una cartera vacía y un reloj corriente, con el cuidado de no jalar el gatillo y dispararle a sus pies. El mismo temblor me provoca estar parado en no sé qué parte de tu cabeza, oliendo tus secreciones más secretas, tus rumbos más tortuosos, tus pensamientos que resuenan como materia cuando cae y se quiebra sobre la nada. Es difícil adivinar si la manzana es importante para ti o si la carne molida es tu olvido. ¿y si me llevo algo importante, algo que te cambia radicalmente? ese momento que te hace tú, que te abre los ojos y te mantiene a esa distancia de coquetería con el suicidio y la lavandería, que te hace preferir las pastas rojas sobre las blancas y los vinos tintos sobre los blancos. ¿Y si me llevo el recuerdo más fuerte de tu abuela? ¿Y si al llevarme uno de tus olvidos -que yo supongo son las piedrecitas perdidas en este laberinto óseo- me llevo un recuerdo indispensable ese momento cuando te regalan el primer libro o cuando entiendes que eres una fémina y tu madre hace con tu cabello la primera trenza francesa?
No sé de dónde tomar. En todos lados hay frutas, correderas y yerba. Quiero llevarme algo sin que te des cuenta. Que cuando salga de este sitio haya encontrado un recibo de teléfono de 1994 o una partitura de Chopin que nunca pudiste tocar y dejaste bajo la cama. Tu mano -no la de ahora, sino la de hace veinte años- dejando junto a un teléfono público el monedero de tu madre. Quiero tomar algo y salir corriendo sin que te des cuenta aprovechando que llegué aquí buscando mi olvido y encontré muchas piedras.





martes, noviembre 05, 2013

que alguien me regale un fedora, por favor.

En mi ciudad la gente no usa sombreros a pesar del calor rajapiedras. En la época del sinsombrerismo y cuando las únicas personas que los utilizan carecen de masa gris, uno necesita explicar a las gentes y a sí mismo porqué usa un sombrero de ala ancha y no un fedora-jipijapa de AmericanEagle así que el día que encontré la razón y excusa perfecta para usar el sombrero que quería desde que era pequeño me encontré al mismo tiempo en una encrucijada moral.
Los toros. A mí me gusta hacer cosas que el común de la gente de mi edad no hace. Cosas como leer, ir al teatro, en el cine aplaudir al final de una buena película o gritar "¡cácaro!" cuando -esto ya no es habitual- falla el audio o el video, asistir a manifestaciones, comprar baratijas para ayudar al vendedor o usar overoles o sombreros. Por desgracia, siempre necesito explicarme de alguna manera estos comportamientos que resultan tan vergonzosos para los demás pero que a mí me resultan absolutamente fascinantes. Mi superyó encontró de manera pronta un motivo para dejarme tener los hábitos ridículos que mencioné, excepto por el sombrero de ala ancha, hasta que un día miraba el asesinato de un toro de 592 kilos por televisión. En realidad yo no miraba el asesinato del toro, más bien pretendía ignorar esto y me enfocaba en el torero: Juan José Padilla, un hombre enjuto y alto, apretado en su traje de torero. Juan José Padilla está repleto de detalles que lo hacen un hombre único y otros que yo he inventado. El tipo ha perdido un ojo derecho (sobre la cuenca se coloca un parche negro) y torea sólo usando el ojo izquierdo. Pirata y torero. Su toreo está lleno de recovecos, movimientos de la muñeca que hacen ondular el capote y gritos frente a frente con el toro, palmadas sobre las ancas de este, suertes de rodillas y un comportamiento retador que estriba en lo ridículo. Juan José Padilla usa el cuello de la camisa muy apretado para que le cueste trabajo respirar; esto -al igual que asesinar- le provoca placer sexual sin una erección. Es uno de esos tipos que adoran la sangre y adoran asesinar -esto es hipotético- podría ser sicario también; es una de esas personas que no puede dejar de asesinar a pesar de que le cueste varios órganos seguir haciéndolo, de hecho, las amputaciones lo hacen congruente, llevan al extremo la representación taurina. Aquella ocasión cuando lo conocí, fue tomado por las astas del toro por entre las piernas y levantado. Mi primer pensamiento fue: voy a ver morir a alguien en tevé, en vivo. Y sentí que debí apretar el cuello de mi camisa, pero de inmediato el torero se levantó y continuó con su faena.
Al ver ese asesinato, el del toro y el del hombre sentí el inexorable deseo de tirarle mi sombrero al aparato que me mostraba a Juan José Padilla, el showman y el asesino. Tener 20 años en la época del sinsombrerismo y ver un show como aquel, disfrutar el asesinato tanto como Padilla, son situaciones excluyentes entre sí, pero tener un sobrero para poder tirar al aire cuando esté eufórico es el motivo exacto para usarlo en estas épocas.

Crowds of People o Ash-Shahid.

A T.S. Eliot.


La primera vez que leí un libro fue un libro rojo y delgado en formato de bolsillo. Muy bien pudo haber sido uno de esos libros que se editaron para el metro de la ciudad de México en los setentas. Lo importante no es la manufactura, lo importante de ese hecho es lo que ese libro tuvo que decirme para cambiar mi vida y hacerme un lector.
Yo vivía en una casa donde sólo habían enciclopedias, diccionarios y libros de enfermería y sicología. Yo estaba por comenzar la pubertad y mis gustos eran los automóviles deportivos, los videojuegos y los perros dobermann. Era un niño como cualquier otro.
Me gusta pensar en este hecho de la siguiente manera: en una calle repleta de gente, tú, el lector, puedes ir caminando, cargas bolsas y sudas o intentas cubrirte del frío porque lo mismo puedes estar al norte de Lyon o al sur de Rosario, o al este de Santiago de Cuba o al oeste de mi casa. No importa donde esté la calle, lo que importa es que haya mucha gente en esa calle y tú vayas caminando entre toda la muchedumbre que está atorada, porque no caminan en un sólo sentido sino que andan desorganizados.
Tú estás yendo mal
escuchaste
hazlo diferente
y das vuelta y miras a alguien y sabes que lo has visto, es la persona que vende rábanos en el mercado; es el tipo que usa lentes oscuros por las mañanas cuando el sol no es muy intenso; es el director de la compañía de seguros donde quisiste trabajar; es la mucama vieja del hotel que usaste hace un par de meses; es tu vecina desempleada; es tu maestro de filosofía; es tu papá, tu tío, tus abuelas, tú mismo. Puede ser cualquier persona. Es una persona que contiene a todas las personas del mundo. Él mismo es la muchedumbre. Si él no estuviera ahí, si él no tuviera algo por decirte al oído, la muchedumbre huiría, se la llevaría consigo. Puedes mirarlo con detalle pero no encontrarás su rostro. Es alguien tan indiferente que no puede ser alguien: es algo. Podrías verlo de nuevo todos los días, pero seguiría sin rostro: podría ser cualquier persona porque posee todos los detalles del mundo. Podrías mirarlo junto a ti en el bus, incluso hablar con él, y en el paradero bajar juntos, caminar unos pasos y encontrar a otra persona que es la misma del bus pero ahora es una mujer a la que le sonríes. Entras a un establecimiento, pides café y la mesera también es él, el barista es él, el tipo que te acaba de mirar por sobre su lap top es él. La mesera se acomoda el pelo y se sienta junto a ti y es tu esposa, se levanta de nuevo se acomoda la falda y del morral se saca un disco que tú querías en la secundaria: es tu abuelo, da la vuelta y con la luz naranja -como ya es de tarde- entrecierras los ojos y ahora es un pintor famoso de la ciudad que elegiste imaginar. El pintor sale y tú piensas que ya acabó todo, que por fin la historia del mundo se compondrá de nuevo de muchas personas y no de una camaleónica que puede ser cualquiera. Ahí sigue el tipo que te miró por sobre su laptop, ahora levanta una ceja y es un amigo a quien no reconociste antes. Se saludan y platican largo sobre un grupo que a ambos les gustaba, le dices que acabas de conseguir el disco que querían pero ya no lo encuentras. Otra mesera se acerca, pero no sabes si es al misma o si la anterior se ha ido ya. Te trae la cuenta y la pagas, porque aunque no la pediste sientes que tu amigo ahora es un amigo más reciente del trabajo y sientes vergüenza. Le das la mano y le hablas con solemnidad porque ahora es un párroco. Sales a la calle e intentas recordar la cara del primer hombre de la calle ahora lejana. Nada. Todos son el mismo y todos son nadie.
Sigues camino a casa porque quieres descansar un rato para luego seguir haciendo lo que hacías pero recuerdas que aquel hombre dijo que cambies todo. Durante la caminata verás a la gente cambiar de caras una y otra vez. Tres cuadras adelante encontrarás una librería y a través de los cristales lo miras: ahí está el hombre que dijo que cambies y muchas cosas más que no alcanzaste a escuchar. Entras. Ahí está él. De espaldas a ti, hojea un libro. Mientras te acercas sientes miedo de que pudiera ser alguien más, de que pudieras estarlo confundiendo, pero le viste la cara, la camisa de color olivo y el chaleco negro: Es él.
Desde lejos le dices
Disculpe, ¿qué me dijo hoy por la mañana en la calle, en medio de la gente?
y al escuchar tus palabras se voltea, te identifica y sonríe: es tu novia quien te extiende un libro.
Que leas.

martes, octubre 29, 2013

haciendo inferencias

Los perros nunca han sido hombres, por eso les cuesta trabajo aprender cómo convivir, por eso están tan interesados en convivir con nosotros, para aprender a ser humanos, para saber cómo deben comportarse después de su próximo nacimiento. Por eso los humanos nacemos temerosos. Temerosos de aún ser perros o de que nadie pueda ver que somos humanos y seguir siendo tratados como perros.
Los gatos ya fueron humanos. Es la siguiente vida, el próximo nivel, por eso los gatos ya saben del mundo, por eso no les importa morir, por eso aprendieron a callar; porque los perros, al convertirse en hombres, no dejan de hablar y maldicen y juzgan, porque no conocen la muerte humana. Los gatos, que ya aprendieron de la muerte perruna y luego de la humana, han aprendido a callar, a tener vergüenza a fuerza de perderla.
Un hombre puede comprar un perro o lo puede encontrar en la calle, pero en estos días, comprarlo resulta glamoroso. Un hombre puede encontrar un bebé humano en la calle, pero no puede comprarlo, resulta escandaloso. Un hombre -el mismo hombre- puede encontrar un gato en la calle, pero no puede comprarlo, resulta extraño, porque los gatos -humanos muertos- lo mismo que cadáveres, lo mismo que frutas, aparecen en la noche: ningún humano podrá mirar el nacimiento de un gato, sería como asistir al nacimiento de la humanidad.

lunes, octubre 14, 2013

Los peces le dan picazón al mar. Lo tallan con sus escamas desde adentro, eso lo vuelve loco. Los pingüinos, las ballenas y los delfines comen peces y masajean suavemente las olas para mantener la calma y le cantan quedidos secretos el oido para que el mar pueda seguir dormido.




tomado del féisbok

domingo, octubre 13, 2013

Hay un iguanito. Camina a la parte más alta de la piedra y para él es un acantilado. Ya en la cima, comienza su rito de seducción -así como las mujeres acentúan sus rasgos con maquillaje- él mueve su pecho de arriba a abajo, repetidamente. A un metro está Fernando sentado bajo un árbol porque no sabe en qué ocupar su vida. Fernando lo mira con su movimiento, rutinario como cualquier apariamiento y le dice
-¿A mí me estás coqueteando? No te convengo, querido, tomo mucho y duermo poco y de vez en cuando me pongo loco por motivos que yo invento.
El iguanito se detiene, azorado por el rechazo, pero lo mira un momento más y vuelve a su movimiento. Arriba abajo. Fernando sólo posa su vista en el asfalto.

tomado del féisbok

...

todo debe cubrirse con cemento
llenen su cabeza con cemento
pongan sus manos dentro de baldes con cemento
su boca llénese, cúbrase con cemento
el más rígido cemento
porque en sus pulmones sólo tiene un aire aplastado
llénenlo de cemento
su corazón fue cambiado por una naranja
y sus tripas no se han descompuesto
abran una cuna, un pozo y pónganle cemento
no lo dejen acostado: que le duela el cemento
que le duela la espalda
que le duelan los pies
que le duela el cemento
un par de alfileres en sus párpados para que no duerma
y cúbranle la mirada vacía con cemento

ahí deben crecer las ciudades
los asesinatos
y el páncreas roído de calambras*
nunca habrá un árbol
nada crecerá de ese pedazo de cemento
las cosas sucederán lejos
sobre el cemento
pasos, un teléfono perdido, escupitajos, una mano desmembrada
puntas de pie para dar un beso
la lluvia
los ácaros
la risa
el viento que saluda el polvo
las carnes podridas
los perros podridos
todo está sobre el cemento
pero a él guárdenlo
que no salga que se contenga bajo el mundo
que la vida no lo mire
que nadie lo sepa
que nadie escuche los ecos de su cabeza
que no pase el aire
que nunca atardezca 







*Calambres, se sustituyó por calambras.

martes, septiembre 17, 2013

cristales.

La sombra que hace el cristal es suave, delicada, inerme.
Es mujer.

¿Qué sentirá el cristal al tener esa sombra tan femenina?
todo el ocaso lo filtra, todo lo evanesce.
¿Qué sienten las frutas podridas sobre el plato limpio?
Su iluminación persistente de agua estática
Un reposo gutural de la luz

la luz desea atravesar cristales
sólo la luz afortunada atraviesa los cristales
y esa misma luz -ahora niña-
es sombra mujer sombra cuerpo
uno termina no inicia
no tiene salida
es sólo calor suspendido entre los pétalos del aliento.

¿Sentirá el cristal ese cambio sexual?
¿Quién es el cristal?

miércoles, mayo 08, 2013

...

Tengo las gafas chuecas desde hace unas semanas. Uso un reloj circular, con números negros en la muñeca izquierda y el brazalete pelado. Mi gata maúlla. Son las dos o tres de la mañana. Es de madrugada, eso es más preciso. Lo único certero es que tengo miedo. Tengo fe y la certeza absoluta de que en la oscuridad del futuro he de suicidarme. Una madrugada como esta, en una ciudad lejana a esta, solo y con mi familia durmiendo en cuartos vecinos. Tengo esa certeza hoy a las cuatro de la mañana mientras mi gata maúlla, yo escribo y la habitación se llena de cuchillos y árboles, cantos del agua tierna, alas baten el aire, huele a pan, tiemblan la hojarasca y ya ha amanecido.


martes, mayo 07, 2013

continuidad y red.

El whisky es madera, el whisky de dieciocho años tiene un olor suave, huele a su color meloso y sabe a madera, alguna madera húmeda que bien me imagino en bosques.
El café, al igual que el whisky, es una bebida que no comprendo. Entonces ¿por qué uno no bebe algo que no entiende, pero no puede dejar de tomar algo que tampoco comprende? ¿Serán los extremos del entendimiento papilar los que marquen este arbitrario hecho? 


*    *    *

No entiendo porqué los humanos seamos tan contradictorios en cuanto a la muerte y los asesinatos. He visto ojos bien abiertos y oído risas e insultos cuando digo que el robar es peor que matar o violar. Estas personas no se han dado cuenta de lo que hacen a diario ni lo que se ha hecho durante milenios: asesinar. Sacrificar. 
Las sociedades hemos perdido el honor del sacrificio humano y lo hemos traspolado. El sacrificio se ha hecho -así lo creemos- mundano, simple, y sin darnos cuenta, el sacrificio sólo se ha hecho discreto, lo hemos hecho non plus ultra sin quererlo y sin saberlo. Reunidos en la hoguera, nos extasiamos de ver a nuestra víctima (y victimario) sucumbir ufano por nosotros. 
Reunidos, asistimos -como 600 años atrás- a un sacrificio (acaso varios) al día. 

*    *    *

El café huele a café, con su olor fuerte, estentóreo, caminante de cuatro patas y cuello erguido. El café es un animal silvestre, supongo vivo. Abre despacio su único ojo y lo abre a penas para no causar furor a los asistentes de su muerte. Ahí está el café marchando puntual a la única cita para la que ha sido deseado: el cadalso, la hoguera, el mar. Las muertes lentas y seguras. El café orgulloso marcha, ávido de su sacrificio. No abre bien el ojo pero bien erguido el pecho. Atrás de él hay una estela de brillos y polvos. Adelante el ulular de los asistentes. El café es la estrella y su admirador. El café es, en sí mismo, acto y público, dios y diablo, vibración y percepción, color y ojo. El café es un círculo. Sus múltiples brazos entran por muchas vías en los asistentes a su sacrificio. Su sacrificio es el show. Dentro de los cuerpos, el café abre brazos, carga cóleras, tiembla árboles, siembra tierras, hace músicas, baila -sus pies no tienen ritmo- sinuoso. Toda la noche llueves, todos los días abres mi pecho con tus dedos de agua


cortesía para el blog  Cafetería Cultural 


sábado, mayo 04, 2013

Una Cripsiana sin suerte.

Para los que utilizamos (1) nuestro tiempo libre en perder (2) nuestra conciencia con alcohol y/o drogas, existe un punto de la noche (3) que no pertenece ni al día anterior ni al día posterior. Es un día (4) per se. No se le puede poner un nombre como miércoles o domingo, ni un número entre el 1 y el 31. Sólo es un momento de existencia (5). Podríamos llamar a este momento de la historia humana (6) cripsiana, sólo por darle una clave en nuestro léxico. 
   Durante la cripsiana situada entre el doce de mayo de dos mil cinco y el quince de mayo de dos mil cinco entré en un bar del downtown de la ciudad en la que -al escribir estas palabras- he vuelto a fijar mi residencia. Su frontispicio no tiene ningún augurio, es simplemente el frontispicio de una casa vieja, de techos altos y puertas de madera, muy comunes por aquella zona del mundo. Aquella cripsiana sí se presentó ante mí un frontispicio diferente (7). Ante mí, adentro del bar, a unos metros se encontraba una mujer de rasgos familiares. Una mujer hermosa (8) a quien tiempo atrás no veía, una mujer en quien el acento regional le quedaba a la perfección con sus rasgos de raza cósmica. De inmediato supe que el amigo, por quien había dirigídome a tal sitio, no se encontraba ahí y que las experiencias de flirteo que tuve en otras ocasiones esa noche no se repetirían. Ella, con su blusa púrpura y su pantalón deportivo, me pusieron este mensaje en la cabeza con una claridad que a cualquiera pudo asombrar. En mi opinión, era como si ella por momentos dirigiera la mirada hacia la ventana (9) y me dijera mientras la música y todos en el abarrotado lugar guardaran silencio o se quedaran inmóviles por fuerzas extraordinarias del tiempo y el espacio:
-Hoy no te la pasarás nada bien. Aún puedes marcharte. No entres aquí.
   Naturalmente, estas visiones fueron inocuas a mis deseos de embriaguez (10), así que pagué el costo de mi entrada y me dirigí a la barra teniendo el cuidado de pasar suficientemente cerca de la mujer -a quien por ahora llamaré MujerSinColor- pero tampoco para exhibir mi presencia casual (11) en aquel sitio en el que coincidimos. El punto era disimular mi timidez y mi falta de vergüenza que son atributos oscilantes en mi persona que intento contener en un punto medio.
  El bar en el que me encontraba -solo- era un lugar reducido para la cantidad de personas que concurrimos ahí aquella cripsiana. No disponíamos, en general, de un metro cuadrado cada quien, por lo que teníamos que compartirlo con otra u otras personas. Con fortuna, la noche era fresca y pude aburrirme a gusto con mis cervezas, bebiendo solo en medio de la gente. Encontré unos cuantos conocidos a cuyos grupos decidí no agregarme, a algunos por falta de empatía y a otros por falta de habilidades para desarrollarme socialmente ahí. Así que me encontré caminando con toda la libertad que el lugar me permitió hasta que me encontré en un sitio que me atrajo al instante y mi presencia allí pudo explicarse por intercambiar unas cuantas palabras con un grupo de actores con quienes mantengo una relación tangencial y distante (12). Desde ese lugar podía observar con claridad a otra mujer. La Rubia (13), con redondeados senos. Debo decir la verdad, y de ella no me llamó la atención su cabello o sus senos redondeados (13), lo que atrajo fue su presteza al sexo tan evidente. La espalda torácica apoyada contra la pared y la espalda lumbar y la pelvis al frente, sosteniendo los ojos negros y grandes -enmarcados por pestañas bien curvadas- en la mirada del tipo que la acompañaba, mientras su mano -la de ella- paseaba un par de dedos por el abdomen y la camisa de aquel (14).
-He visto un par de veces a ese actor, pero no sé cómo calificar su propuesta- Interpuse para disimular mi falta de atención al grupo.
   Recordé las advertencias que recibí antes de entrar al lugar, y ver a la MujerSinColor. Sorbí un poco más de mi cerveza y sin avisar a nadie viré la mirada hacia donde hube visto a la MujerSinColor tiempo atrás. Decidí saludarla y fui hacia ella. Ella también me saludó con afabilidad y buen aroma y yo con una cerveza en la mano, otras en el estómago y una en la cabeza. Regresé a mi lugar -que de ninguna manera era mío- porque me sentí avergonzado por su buen talante y olor. De nuevo en el sitio, pude comprender las advertencias, el acompañante de La Rubia no era alguien atractivo (15) que, al menos para mi opinión, equivalía a mí con las mujeres que también había conocido en ese bar. El bar, a través de mi amiga, me lo supo comunicar antes de entrar y pasar una mala cripsiana, pero yo no quise escucharlo ni obedecer. Así que tuvo que mostrarme que las vacantes de hombres que en ese lugar encontrarán una acompañante ulterior estaban limitadas a un número que no quiso confesarme. Sólo puedo afirmar que no sé hasta cuando podré ser incluido de nuevo en la lista.



1. inutilizamos.
2. o, al menos, disminuir.
3. o del día [?].
4. o noche.
5. si a tal nivel de conciencia se le puede llamar existencia.
6. al decir historia humana me refiero a ese momento de aturdimiento nocturno a través de los siglos
7. los frontispicios suelen verse desde lejos; aquel frontispicio pude percibirlo sólo cuando estuve apoyado en los barrotes que marcan la diferencia entre la puerta y la ventana, que además son simétricas.
8. entiéndase la palabra hermosa como mejor el lector pudiera entenderla para sentirse más cómodo con su percepción y no tuviera que supeditarse a mi percepción de hermosura.
9. que se distingue de la puerta sus barrotes.
10. los cuales, debo aclarar, no satisfice durante aquella cripsiana.
11. nada es casual.
12. desde esa noche supongo que ellos no saben mi nombre, así como a mí me cuesta mucho trabajo recordar los de ellos.
13. su cabello era teñido.
14. momentos después, deliberadamente observé con detalle los rasgos que me permitió mi posición y la suya.
15. a momentos llegaban sus dedos a la pelvis de él.
16. aquí los lectores también pueden comprender lo que quisieran por aquel adjetivo.

jueves, abril 25, 2013

domingo, abril 21, 2013

Ensayo Teatral

Personajes:
Vigilante 
Amigo del vigilante (hombre fornido)
Caminante

A las afueras de cualquier edificio público que requiera de este tipo de empleados, los cuales suelen ser de características físicas y/o mentales insuficientes para ejercer algún tipo de autoridad.


[El Amigo del Vigilante gesticula con la emotividad de quien cuenta un desaguisado pasado (no se le escucha) mientras el Vigilante pone atención a su celular mientras el Caminante se acerca.]

Amigo del Vigilante: Le dije "yo no le saco a los putazos" y en seguidita se echó patrás el mariscal
Vigilante (mirando su celular): A mí la neta no me gusta pelear.


El Caminante ya les está dando la espalda y comienza a reír con disimulo.

sábado, abril 13, 2013

mis abuelos de junco.

Sin saberlo, unos años después de la muerte de mi abuela materna un vínculo más allá del apellido la uniría con mi abuelo paterno. No pretendo insinuar alguna atracción sexual entre ellos u otro tipo de conflicto, sino sólo un esbozo de milagro de vida y de muerte. Uno de esos milagros que de ninguna manera serían milagros si uno no los sintiera como tales. Esas maravillas del lenguaje, de la vigilia, del sexo, de la familia, del calor, del viento fresco y de la costa cercana.



A Elda Reyes y a Adrián Cisneros Reyes.

Mis abuelos de junco
en sus muebles
en sus temblores
se unen en junco
con terrones y gleba
con alfombras y girasoles
una con su boca abierta
otro con sus manos en la mesa

Mis abuelos de junco
morenos y tiernos
uno abre un libro
la otra duerme en sus muebles
de sudores y madera

Mis abuelos de junco
hablan
y hablan sobre mi vida
escriben
y escriben sobre mi vida

junco cansado
lago perenne
hojas en blanco
hojas en la mano
junco cansado
carmen y agosto
cubre silencios
y abre pasadizos
junta pestañas
calor de ornato
junco cansado
cierra la boca
junco cansado
vuélvete loca
flor y comida
sol sin salida
calibres de temporada
peces que saben a sal
junco cansado
que canta
toda mi vida.

domingo, abril 07, 2013

Encontré justo ahora un cd que fue de un viejo buen amigo. Un tipo inocente y sencillo, tranquilo, con los ojos tímidos, con la voz queda. Me siento profundamente identificado con él, yo soy como a él lo recuerdo en la adolescencia. Nos salían apenas unos vellos en las mejillas o el mentón y bebíamos cervezas baratas en envases grandes. Siempre fuimos un par de tipos tímidos y estúpidos corroídos por el alcohol barato. Hoy tuvo nació su hijo. Espero no escribir este mismo texto cuando él haya muerto. 

sábado, febrero 02, 2013

acecho.

Redes sociales cerradas. Uno está casi listo para escribir. Las piernas estiradas. Uno está un poco más listo para escribir, pero Uno nunca está listo para escribir porque cuando Uno va a escribir, nadie puede boicotearle mejor que Unomismo. Unomismo es un tipo descabellado que cubre su cráneo inicuo con el cabello de Uno sin que Uno se de cuenta. Unomismo es peligroso. Unomismo repta entre el cabello de Uno y su cráneo -del cual se podría decir que es compartido-.
  Unomismo no tiene una propia vida, porque a él no le interesan esas cosas que a los humanos sí. Es parecido a un perro o a una garrapata. A él, no le interesan las cosas de la libertad y la armonía, ni la salud pública ni la privada, no le interesa la limpieza ni sostener relaciones duraderas. Unomismo sólo quiere molestar un poco, pero si puede molestar más de un poco no le molesta, porque a él no le importa el tiempo como a los humanos; para Unomismo, como para los gatos o las tortugas, el tiempo es siempre el mismo, o lo que es lo mismo, es igual. Con Unomismo los segundos no se distraen: para los segundos Unomismo es alguien venerable, cuya labor, al igual que la del tiempo está dedicada al exterminio del género humano, a mediano o a largo plazo -dependiendo de la agresividad del tiempo y el clima del país-. Para Unomismo, los segundos no se alargan ni se entretienen vagabundeando pateando latas o jugando kimbombas o robando medidores de corrientes eléctricas (la manera en que los segundos pierden el tiempo depende de la edad de los segundos y la manera en que estos fueron educados por sus padres).
   Unomismo está siempre al acecho de Uno. 
   Me disculpo: He hecho parecer a Unomismo como un vulgar crápula, pero en realidad, Unomismo no es más que un niño jugando, no como los segundos quienes al crecer toman decisiones menos pacíficas. Unomismo siempre quiere hacer cosas: mover las piernas, wixar, comprar pan, beber leche, saludar a alguien, darle comida al gato, comer un mango, fumar un cigarro, doler la espalda, cantar, ver la televisión, caminar. De eso se trata la vida de Unomismo, dure lo que dure, así es feliz. En cambio, Uno es más voraz y ávido. Quiere observar cómo crece el pasto, quiere saber la verdad, quiere ser importante para los demás, quiere leer capítulos enteros de mamotretos viejos, quiere llegar al fondo de las cosas, quiere ser admirado,  quiere escribir muchísimas palabras durante mucho tiempo -además Uno es humano y ya sabemos lo que los segundos le hacen a los humanos-. Uno, al contrario de Unomismo, es menos generoso, es menos honesto. Uno no es como Unomismo quisiera. Uno quiere hacer cosas importantes por recompensas que tardan en llegar, y su arribo es más tardío por la cizaña de los segundos sobre Uno. Unomismo sólo quiere estar tranquilo y que no cueste nada. Unomismo no es malo, Uno es malo consigo mismo. 
   Uno quiere ser recordado y Unomismo quiere que Uno cuelgue la hamaca y deje a los segundos hacer su trabajo. 


sábado, enero 19, 2013

biografía.

Fernando Cisneros nació el la capital de Yucatán en abril de 1990. Su vida no ha sido emocionante. Siempre ha vivido en la misma calle y ha tenido a los mismos vecinos. Ha participado en algunos talleres de poesía y frecuenta a algunos pequeños poetas. Ha tomado la mano de Juan Gelman y ha tenido en sus manos la tinta de muchos otros grandes poetas. Estudia medicina en la Universidad Autónoma de Yucatán, como todo un poeta. 

sin título


John Coltrane al aire.



¿qué hacen los hombres cuando tienen frío? 
comen yerbas
susurran cosas quietas
¿qué hacen los hombres cuando le hablan al acantilado?
ponen a secar su sombra
en las rocas y en las yerbas
¿qué hacen los hombres despiertos tan temprano?
buscan la carne más fría 
la que queda dura 
la barata de los corazones 
¿qué hacen los hombres cuando abren los ojos después del parpadeo?
tratar de ver sus manos y el piso
que imaginaron de pronto.



el costalero

A todos los parroquianos y amigos NewTown.



Todo es harina en aquel pueblo. 
La costumbre que adquirí al entrar a la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Yucatán fue beber. Beber más que nunca. Beber después de cada examen. Beber entre las clases. Beber los fines de semana. Beber siempre que no tuviéramos que estudiar. Beber aunque estuviéramos estudiando. La Facultad para mí significa alcohol. Al principio, esta costumbre era algo completamente natural. Un compañero -recién egresados de la prepa- decía a media clase
-se me antoja una cheva con el calorsito.
e ipso facto un séquito de jóvenes bebedores pero con robustos hígados se enlistaba a las huestes. Bebíamos con amor al arte, amor a todo, amor a nosotros mismos. Bebíamos.
Las principales borracheras después de clases fueron en mi casa, por ser la más cercana a la escuela y porque mi madre permitía toda clase de desmanes de los doctores en ciernes. Luego, la frecuencia de las bacanales declinó por mis cuestiones amorosas. Hay una explicación fisiológica para la falta de afecto entre las mujeres por el alcohol, pero es harina de otro costal. Mi novia de aquel tiempo nunca estuvo de acuerdo con mis amistades etílicas ni con nuestros hábitos, así, dejamos de frecuentarnos por las tardes y comenzó la vida nocturna, pero eso es harina de un tercer costal. Un año sin ir a la escuela por una penosa y pesada situación me alejó de mis amigos y me puso en compañía de otros muchachos completamente distintos. Callados, circunspectos, desconfiados, católicos, inseguros, castos. Gente no parrandera. Notoriamente me sentí en lo más profundo del infierno, donde el calor no llega y sólo hay silencio. Ahí un día conocí a Daniel, bebedor del underground, gracias a un viejo camarada de las reyertas pretéritas en mi casa y que había estado en la misma situación que yo. Mario me presentó a Daniel y Daniel me presentó un mundo nuevo, un pueblo nuevo. Abrevadero al que -según él mismo cuenta- llegó por causas azarosas y por no encontrar espacio suficiente en La Casita de Paja, bar de clasemedieros yucatecos que está bien cerquita de Pueblo Nuevo. 
Al llegar a Pueblo Nuevo, los prejuicios comenzaron a bullir de mí, porque soy prejuicioso pero nunca me guío por ellos. Entré por la puerta que está en el chaflán* y encontré una mancha blanca entre las mesas: mis  compañeros ataviados en sus uniformes blancos. Tomé asiento tratando de ver con discreción a nuestros acompañantes de mesas vecinas hasta que, prontamente a mi llegada, un mesero me trajo un vaso de veladora con tendencias cónicas y lo llenó de León Negra -cerveza que para aquel entonces ya había dejado de ser yucateca y hasta mexicana-. Beber una León Negra a las 2 de la tarde en Yucatán, sin importar la época, es un privilegio insondable, pero es harina del cuarto costal. El mesero se marchó y a su regreso trajo compañía: una cantidad abundante de comida, diversos guisos con puerco o con algo que pareciera serlo. Definitivamente un sazón impresionante que me provoca sialorrea mientras escribo esto en ayuno. Los colores no eran tan ricos como los sabores y olores, pero también impactantes a la vista de cualquier estudiante muerto de sed y hambre.
La cerveza y la comida transcurrieron en aquella ocasión sin más, pero en las ocasiones siguientes el Pueblo Nuevo ya había tomado confianza conmigo y sabía que yo volvería bajo cualquier circunstancia. El Pueblo Nuevo tenía un nuevo parroquiano. Pelos en la comida negra (mis conocimientos gastronómicos no me permiten afirmar el nombre de los guisos que se sirven en ese lugar) y la frase <<muy bien, muchachas, ya pueden comenzar a ofrecer sexo>> me han vuelto asiduo del sitio. 
Hablar de la composición arquitectónica es harina de un quinto costal muy especial.  

*al respecto debo decir que nunca he usado la puerta que mira al este, sólo la del chaflán, que mira al sureste y aquella chiquita que mira al sur; la particularidad de cada una de sus puertas requiere un ensayo propio. 

sábado, enero 12, 2013

cinco patas



i

En el claustro donde crecieron estos árboles
les enseñaron a destruir ciudades
pero quietos, indefensos,
-para no levantar sospechas-
moribundos desde que nacen
sus palabras son las piedras que 
levantan
los tropezones de los peatones

Sus miradas las perdieron
las dejaron guardadas en la tierra
en la que corrieron ágatas y 
muslos


ii

Las ciudades 
acabarán con los árboles 
los que levantan sus 
raíces fuera del suelo
los que no alimentan gusanos
ni cenotes
esos que yerguen 
con las piernas entrelazadas
para disimular sus quejas de alquitrán 
para controlar los asfaltos y las horas
y recuperar las miradas que perdieron
en el iracundo seno de la tierra





miércoles, enero 02, 2013

la vida sería más linda si alguien decidiera pagarme por escribir idioteces.
como si el espacio se detuviera entre jazmines
como si las carnes de mujer dejaran de ser excitantes
ayer sus piernas dejaron rastros sobre la tierra
las suelas de sus zapatos eran sellos
y la tinta su sangre y su miocardio

sus ojos
rondas nocturnas
su cintura
vela encendida
sus manos
llama sin pabilo
sus pies de estatua
el frío de estatua


llena de prisa
con el cerebro enredado
con cabello peinado
caminaba hacia algún cigarro





Ya sé.

Las tres velas se apagaron

 


    Ese hombre no es de fiar, y todos en el lugar lo saben: alguien vestido con pantalones cortos, barba, camiseta negra y vieja, que carga una bolsa, lee un libro y camina al mismo tiempo no puede estar pensando en lo que está leyendo. Ese hombre imagina a Cristo escribiendo su biblia en un burdel, completamente coco, con los ojos rojos y bien abiertos a las 5.32 de la mañana. Ese hombre mira a los perros lamiéndose los testículos, acariciándose el ano, ese hombre está seguro de que a lo lejos unos padres están llenando de plomo a su hijo de cinco años. Ese hombre piensa. Ese hombre se detiene al filo de la acera. Ese hombre mira hacia el auto que se acerca a él. Ese hombre cruza la calle apresurando el paso y lo hace muy afeminado. Ese hombre llega al otro lado y camina de nuevo y baja el libro, ya no lo lee, pero le gusta la presión de las hojas sobre su pulgar-separador. Ese hombre oye una gotera al fondo de su casa y sabe que ya no corre el agua por las tuberías. Ese hombre mira al frente, justo a mis ojos, y pareciera que es un espejismo, pareciera ser yo el que camina a él y también pareciera que a ninguno le importa, que chocamos, que nos atravesamos, y somos perfectamente el mismo molde. Cada cabello sobre cada cabello, cada libro sobre cada dedo. Nos atravesamos y ahora yo soy él, pero voy de regreso, y él se sigue yendo con mi cuerpo.