martes, noviembre 05, 2013

que alguien me regale un fedora, por favor.

En mi ciudad la gente no usa sombreros a pesar del calor rajapiedras. En la época del sinsombrerismo y cuando las únicas personas que los utilizan carecen de masa gris, uno necesita explicar a las gentes y a sí mismo porqué usa un sombrero de ala ancha y no un fedora-jipijapa de AmericanEagle así que el día que encontré la razón y excusa perfecta para usar el sombrero que quería desde que era pequeño me encontré al mismo tiempo en una encrucijada moral.
Los toros. A mí me gusta hacer cosas que el común de la gente de mi edad no hace. Cosas como leer, ir al teatro, en el cine aplaudir al final de una buena película o gritar "¡cácaro!" cuando -esto ya no es habitual- falla el audio o el video, asistir a manifestaciones, comprar baratijas para ayudar al vendedor o usar overoles o sombreros. Por desgracia, siempre necesito explicarme de alguna manera estos comportamientos que resultan tan vergonzosos para los demás pero que a mí me resultan absolutamente fascinantes. Mi superyó encontró de manera pronta un motivo para dejarme tener los hábitos ridículos que mencioné, excepto por el sombrero de ala ancha, hasta que un día miraba el asesinato de un toro de 592 kilos por televisión. En realidad yo no miraba el asesinato del toro, más bien pretendía ignorar esto y me enfocaba en el torero: Juan José Padilla, un hombre enjuto y alto, apretado en su traje de torero. Juan José Padilla está repleto de detalles que lo hacen un hombre único y otros que yo he inventado. El tipo ha perdido un ojo derecho (sobre la cuenca se coloca un parche negro) y torea sólo usando el ojo izquierdo. Pirata y torero. Su toreo está lleno de recovecos, movimientos de la muñeca que hacen ondular el capote y gritos frente a frente con el toro, palmadas sobre las ancas de este, suertes de rodillas y un comportamiento retador que estriba en lo ridículo. Juan José Padilla usa el cuello de la camisa muy apretado para que le cueste trabajo respirar; esto -al igual que asesinar- le provoca placer sexual sin una erección. Es uno de esos tipos que adoran la sangre y adoran asesinar -esto es hipotético- podría ser sicario también; es una de esas personas que no puede dejar de asesinar a pesar de que le cueste varios órganos seguir haciéndolo, de hecho, las amputaciones lo hacen congruente, llevan al extremo la representación taurina. Aquella ocasión cuando lo conocí, fue tomado por las astas del toro por entre las piernas y levantado. Mi primer pensamiento fue: voy a ver morir a alguien en tevé, en vivo. Y sentí que debí apretar el cuello de mi camisa, pero de inmediato el torero se levantó y continuó con su faena.
Al ver ese asesinato, el del toro y el del hombre sentí el inexorable deseo de tirarle mi sombrero al aparato que me mostraba a Juan José Padilla, el showman y el asesino. Tener 20 años en la época del sinsombrerismo y ver un show como aquel, disfrutar el asesinato tanto como Padilla, son situaciones excluyentes entre sí, pero tener un sobrero para poder tirar al aire cuando esté eufórico es el motivo exacto para usarlo en estas épocas.

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