lunes, octubre 31, 2016

FUEGOS FATUOS

 (Publicado en el Diario de Yucatán)

Los médicos están siempre ocupados; cuando trabajan no pueden desviar su atención porque eso puede tener consecuencias fatales; cuando descansan lo aprovechan, porque lo necesitan; cuando estudian, se concentran. Son un gremio de personas tranquilas y poco conflictivas que resuelven problemas propios y ajenos. Son gente pacífica, que paga impuestos para pagar su propio sueldo y los materiales de su trabajo -como muchas otras personas- y prefieren ocupar su tiempo luchando en el sistema arcaico al que están sujetos que luchar contra él para conseguir mejores condiciones.
Los médicos estamos siempre ocupados y pocas veces tenemos tiempo para defender los derechos del gremio. Han habido muchos fuegos fatuos encendiéndose a lo largo de la historia; marchas, quejas y denuncias de médicos contra las malas condiciones laborales, estas denuncias de inmediato se extinguen no porque las autoridades resuelvan las necesidades, no porque la cohersión disminuya, no porque las instituciones nos protejan, no porque nos liberen de los nuevos tipos de esclavitud, no porque paguen mejor nuestro trabajo; se extinguen las manifestaciones y se dejan de oir las quejas porque alguien se rompe una pierna, porque a un niño se le exacerba el asma, porque un anciano perdió la consciencia. El sufrimiento propio disminuye de importancia porque alguien más está sufriendo y necesita ayuda. Y para cuando el médico quiere volver a gritar, a pedir sus derechos, ya nadie nos apoya, los compañeros se fueron a atender a alguien más y nos quedamos solos en la plaza pública y volvemos al mal sueldo, a las guardias de castigo que provocan más castigos, a perder la salud por ser sometidos a estrés continuo y extenuante durante años, al escrutinio público que juzga aspectos personales, algunas veces volvemos a comunidades peligrosas, a la depresión causada por la soledad que se siente al estar rodeado de las paredes verdes que la selva tiene, a accidentes de tránsito por jornadas larguísimas, a la irregularidad del pago, a no ver a la familia durante un mes más porque eres médico y tienes vocación y por eso estás obligado a cubrir las deficiencias -que cada vez son mayores debido a los recortes presupuestarios- de las instituciones de salud quienes exigen que el médico viva en una comunidad apartada, con un sueldo paupérrimo de $4.00 por hora, cubriendo tres turnos al día, o en un hospital de alguna ciudad, con condiciones también deprimentes.
Los médicos no tenemos tiempo de manifestarnos, pero hoy tuve tiempo de escribir esta carta.
Llevo casi tres meses en el servicio social de la carrera de Médico Cirujano. Es el último año de la carrera y en este tiempo he perdido 3 kg de peso de manera involuntaria debido al nuevo régimen alimenticio al que estoy sujeto desde que comencé este período. Hasta el día en el que escribo estas líneas no recibo el pago prometido por mis labores; aunque fuera de $4.00 pesos por hora laboral, ayudaría un poco en mi alimentación o cubriría el gasto por transporte hasta la comunidad de difícil acceso en la que estoy asignado.
Aún me faltan nueve meses más y me pregunto si seguiré al mismo ritmo de pérdida de peso porque si comencé con 66kg y ahora peso 63kg, en 9 meses pesaré sólo 54kg y eso creo que pondría en riesgo mi salud.
Hablando específicamente del servicio social de Médico Cirujano, este se instauró como requisito para obtener el respectivo título en el año 1936 como propuesta del señor Presidente Lázaro Cárdenas del Río para gratificar los beneficios recibidos de la educación gratuita y libre que el Estado mexicano y la población nos brindó.
Comenzó con una duración de seis meses hasta actualmente convertirse en un servicio social de 1 año de duración que se traduce en 7512 horas, con 52 días de descanso; veinticuatro horas por cada semana. Cubrimos un turno matutino de 8 horas para atender consultas de toda índole, un turno vespertino y otro nocturno de 8 horas cada uno para atender urgencias, que se traduce en atender toda clase de padecimientos proporcionados por la ignorancia y también en largas y agotadoras explicaciones de lo irrelevante del padecimiento.
La atención médica se da entre sillas rotas, sanitarios descompuestos, falta de insumos y metas altísimas de papelería que merman la calidad de la atención y con las que no se obtienen mejoras en las condiciones laborales.
A pesar de la reglamentación mencionada en la NOM-009-SSA3-2013, muchos de los pasantes carecen de un seguro médico, afiliación a algún sistema de salud para atender sus necesidades, abasto suficiente de medicamentos para controlar enfermedades de alta incidencia, medios de comunicación para reportar emergencias médicas o solicitar ayuda; muchos centros de salud carecen de teléfono, radio de onda corta o internet. En medio de la selva, sin automóvil y rodeado de personas desconocidas, sin poder pedir ayuda, las cosas se pueden poner rojas en cualquier momento. Nos exigen portar un uniforme que no nos proveen y se debe adquirir con nuestro dinero. Además somos constantemente amedrentados con perder nuestro puesto en el Servicio Social que provocaría perder la oportunidad de recibir el título que deseamos.
Algunas personas dirán “pero nadie te obligó, tú quisiste ser médico” pero yo estoy feliz ejerciendo la medicina y aprendiendo de la ciencia y aprendiendo del arte y aprendiendo de la sociedad, sólo considero que las condiciones en las que trabajamos los médicos pasantes en servicio social no son las que deberían, no son las que están normadas y nos hacen vulnerables.
Muchos son los detalles que hay que abarcar y muchos más en otros niveles de la profesión médica, desde el Internado Rotatorio de Pregrado, las Residencias de Especialización Médicas hasta el trabajo como Médico Adscrito y pocas veces se saben las condiciones en las que laboramos y acaso por eso la población piense que el trabajo del médico es maravilloso, porque pocas veces decimos lo que pasa. Primero el paciente y al final nuestro sufrimiento.
Somos médicos, tenemos vocación y tenemos hambre.

Fernando Cisneros Sulú MPSS