viernes, octubre 10, 2014

La felicidad es una bola de masa
Que está perdida
Y cuando la encuentras
Debes tirarte sobre ella
O ponerla entre tus manos 
Y aplastarla comp tortilla
O pisarla como aguacate podrido
Y seguir pisándola
O jugando con ella
Para este momento tendrás gente a tu alrededor mirando
Pero no dejes de juugar con la masa
Extiéndela
Tírala al suelo
Tírala al aire
Tírate sobre ella
Tírala sobre ti
Date vueltas
Dale vueltas
Extiende tus brazos y luego gira tu torso 
Sobre su eje axial
Y encógete de piernas
Que se enrede
Luego haz lo mismo
Pero más rápido
Y en sentido opuesto
Que te cubra
Y hazte una bola de pan
Y felicidad caliente

Estudio medicina.

Confieso que estudio medicina y con mucha frecuencia no entiendo ciertos conceptos que a todos les parecen en sumo claros. A veces no tengo argumentos para afirmar que un término es sinónimo de otro o no comprendo bien al punto al que se pretende llegar a través de un cálculo porque no conozco la metodología ni el proceso que se lleva a cabo en el hospital para realizar la actividad mencionada al caso. En este sentido tengo gran parte de la culpa, porque nunca en los años anteriores puse interés en aprender estos conceptos o estos procesos. Quizás porque pensaba que nunca serían útiles para mí o que nunca yo debiera conocerlos o por pura apatía. También debo confesarme que nunca voy a los hospitales porque digo que no ayudo en nada, pero no comprendía que el motivo de mi asistencia a esos lugares no era ayudar, porque mi ineptitud es casi absoluta, el motivo real de mi asistencia los hospitales es ayudarme. No soy yo el que debe proporcionar ayuda sino ahí debo encontrar ayuda para mí y para mi futuro ejercicio profesional. Tardé tres años en comprenderlo. Acaso la parte teórica de la medicina no se correspondía con la parte práctica o se correspondían en laxitud. Es complicado atinar al motivo de mi falta de perspicacia en ese asunto. También es incongruente para mí lo confuso de algunos aspectos que a todos parecen serles obvios. 
Hace poco le pregunté al profesor cuánta glucosa había en una solución glucosada al 10%. Él me trató como si fuera un retrasado mental y me respondió explicandome que un porcentaje era una proporción: 'diez por cien' eran sus palabras y yo no daba crédito de la grosería de la que estaba siendo objeto. Y el repetía 'diez por cien' mientras yo lo miraba sonriendo y pensaba que eso no respondía mi duda aunque, en cierto modo, sí respondía mi pregunta: ¿cuánta glucosa hay en una solución glucosada al diez porciento? Sí, la respondía: diez (de glucosa) por cien (de agua), claro. Y todos mis compañeros, igual o más diletantes que yo, parecían saber qué unidad de masa tiene esa solución con respecto a la de volumen. Eso era lo que yo quería saber, pero hablar con precisión no es una característica generalizada en el ámbito médico, al menos no entre los médicos yucatecos. Entonces, levantarse de su asiento, acercarse al médico instructor, mirarlo a los ojos, y decirle 'doctor, quisiera saber si el porcentaje de glucosa que contiene la solución al diez porciento está medido en gramos o en miligramos; además quiero saber si la unidad de masa es la proporcional a la de volumen porque eso haría que tuviera o diez miligramos por cada cien mililitros (lo que en este momento me parece lógico) o tiene diez gramos por cien litros (esto último me parece absurdo por su concentración casi inexistente). Además porque mis compañeros dicen que son gramos en mililitros pero a mí me parece una cantidad excesiva de glucosa para una infusión que se haría por vía endovenosa; además pienso que esto no tiene sentido porque las unidades no son correspondientes, es decir se usan las unidades de masa y las subunidades del volumen, lo cual crea una duda razonable en mí acerca de las afirmaciones de mis compañeros' Y entonces el médico hubiera entendido por completo mi duda y la hubiera resuelto: 'no es una cantidad excesiva, sí son gramos de glucosa por cada cien mililitros de agua como dicen tus compañeros', pero nadie quería escuchar esa perorata, nadie estaba dispuesto, ni él a escucharla ni yo a proporcionarla. Por alguna extraña razón, a los médicos -al menos a los que conozco- les gusta mucho hablar sin escuchar y afirman que siempre están en lo correcto. Al parecer alguien les enseña a no escuchar. Esto me trae a colación innumerables memorias de personas de distintos niveles culturales que han sido tratadas de manera execrable por médicos a través de servicios públicos y servicios privados. Los médicos tienden (yo no me incluyo en el gremio por mi condición de diletante) a asumir hechos a partir de un par de premisas inconclusas y, alguien les hace creer, que su intuición acerca de las personas es la correcta. Quizás sea sólo el estrés. Pero estos son temas más complejos. Prefiero hablar de mi situación.
No sé si mi intelecto es demasiado reducido para la profesión médica o si mi piensamiento sólo aún no está entrenado en este sentido, es decir, sólo no he creado las habilidades necesarias y que todos mis compañeros ya han alcanzado.
Fin.