El hombre da vuelta en la esquina del lote baldío que algunos indigentes ocupan para morir. Luego el hombre sigue por la misma acera donde todos los días
saluda a la esposa del médico que riega su rosal completamente verde. Siempre
verde. Buenos días dice él mientras la otra baja la cara y contesta con palabras casi inaudibles. Ninguno sabe porque
siempre habla ella así, aunque tampoco le importa al hombre, a veces este gesto de la
mujer sólo provoca en él una preocupación por la hora o picazón en el cuero
cabelludo. Sin darse cuenta, con la mano aún en la cabeza o la muñeca frente a
la cara, ya está oyendo el griterío de los niños de la muchacha mil veces abandonada, mil veces embarazada. Ella vive
con tres perros casi callejeros –que van y vienen, pero siempre tres- y sus
tres niños. No soy doctor, pero sé que esos niños están enfermos de algo,
aunque corren y gritan sé que están enfermos. A ella no la saluda, seguro le parece
más agradable la señora de las rosas incumplidas que la joven gorda cuya madre
la abandonó al igual que su novio, el que sólo regresa por las noches para
coger y pagar por su comida. A veces el hombre estornuda porque ella cocina con leña y su humo le
molesta. Con su tos atraviesa la casa de la
señora que sí tiene flores en su jardín. Tiene girasoles. Quizás a ella jamás
la haya visto porque los riega por las noches y les echa un poco de miel para que brillen y absorban mejor los rayos del sol. Estos girasoles son grandes y a pesar de eso el hombre nunca los mira, aunque una vez robó
uno. Al que siempre saluda con una sonrisa es al dueño del aserradero. A veces
intercambian opiniones del béisbol, pero el hombre nunca se detiene, sólo
camina más despacio, intercambia un par de palabras y sigue su marcha. A mí nunca me saluda. La puerta de mi casa es
bastante pequeña tal vez. Yo lo miro siempre porque a veces es el único que
pasa durante todo el día por esta calle y desde hace unos meses que me despierto a
las cuatro de la mañana y ya no puedo volver a dormir. Me siento en mi silla y
miro el amanecer, porque mi casa mira al este y yo debo hacer lo propio. Desde
que me despierto a esas horas siento que mis días son determinados por mi
ambiente. Creo que a veces odio a ese hombre, pero luego me convenzo de que es
una injusticia, es sólo que extraño mis piernas.
jueves, septiembre 27, 2012
jueves, septiembre 20, 2012
La Platzspitz
Serie de cuentos dedicados al inframundo. Juro que está en proceso, de hecho, el primero de la serie ya está en este blog.
Tiene que ser. Tengo que lograrlo.
Leer sobre La Platzspitz y el S-Bahm han sido grandes descubrimientos para mí. Jamás he estado en Europa, pero cada vez que me entero de algún suceso tan lejano a lo que acontece en América del Norte (porque tampoco he tenido el gusto de conocer América del Sur) me poseen unas fervorosas ganas de conocer estos lugares y habitarlos tal como en estos años he descubierto Mérida y algunas otras ciudades de México.
Habitar ciudades. La inteligencia cortísima del ser humano nos lleva a pensar egocéntricamente, por eso el geocentrismo, por eso las guerras, por eso el capital. Habitar ciudades no es dejar una huella de nosotros en ellas, es justo lo contrario, rodearse de París, Buenos Aires, Madrid, Barcelona, Ítaca, Bronsville, New York, Tokio, Simbabwe, Sudáfrica, Madagascar, Egipto, India. Es tomar un sorbo de ellas y llevárselas consigo, llevarse un poco de sus historias, de sus razones, de sus tiempos, sus gentes y sus colores. Nada dejas. ¿Qué puedes dejar, humano infértil, si la Tierra te ha dado todo? Llévate las cicatrices que te quieran dejar los hombres que han muerto, porque los vivos no importan sino están muertos.
Tiene que ser. Tengo que lograrlo.
Leer sobre La Platzspitz y el S-Bahm han sido grandes descubrimientos para mí. Jamás he estado en Europa, pero cada vez que me entero de algún suceso tan lejano a lo que acontece en América del Norte (porque tampoco he tenido el gusto de conocer América del Sur) me poseen unas fervorosas ganas de conocer estos lugares y habitarlos tal como en estos años he descubierto Mérida y algunas otras ciudades de México.
Habitar ciudades. La inteligencia cortísima del ser humano nos lleva a pensar egocéntricamente, por eso el geocentrismo, por eso las guerras, por eso el capital. Habitar ciudades no es dejar una huella de nosotros en ellas, es justo lo contrario, rodearse de París, Buenos Aires, Madrid, Barcelona, Ítaca, Bronsville, New York, Tokio, Simbabwe, Sudáfrica, Madagascar, Egipto, India. Es tomar un sorbo de ellas y llevárselas consigo, llevarse un poco de sus historias, de sus razones, de sus tiempos, sus gentes y sus colores. Nada dejas. ¿Qué puedes dejar, humano infértil, si la Tierra te ha dado todo? Llévate las cicatrices que te quieran dejar los hombres que han muerto, porque los vivos no importan sino están muertos.
miércoles, septiembre 19, 2012
Anuncios
Se dice que las obras nunca se terminan de escribir, sólo se abandonan.
Proximamente podrán disfrutar de la nueva versión de aquel cuento viejo dedicado a la protagonista Fadya Nemeh Marfil en la que se encuentra en algunos problemas con las fuerzas de la naturaleza por causas absolutamente triviales. Espero que lo disfruten si entienden el español los lectores, si los hay.
Saludos. فدیه نامه مارفیل
Proximamente podrán disfrutar de la nueva versión de aquel cuento viejo dedicado a la protagonista Fadya Nemeh Marfil en la que se encuentra en algunos problemas con las fuerzas de la naturaleza por causas absolutamente triviales. Espero que lo disfruten si entienden el español los lectores, si los hay.
Saludos. فدیه نامه مارفیل
Flaco Ingrato
I
en lugar de dos ojos
tres letras
en lugar de dos manos
tres letras
..................dos brazos
tres letras
..................dos bíceps
tres letras
..................dos hombros
tres letras
tres letras
II
Vino de la más vieja
vino de países muertos
vine comiendo susurros
III
suelta los músculos
dale vuelta a los caballos
en la huerta sale un higo
comiendo cenizas de trapo
anacoreta de hospitales
IV
flaco ingrato
adelgazado por miradas filosas
enjutas las pestañas
enredados los privilegios
inanidad de la muerte
hedor de la caja
aura de alimañas invisibles
V
con tu hígado y tu páncreas amordazamos escarabajos
con tus dedos largos hicimos orificios para sembrar ojos
con tus cabellos amarramos mariposas
con tu verga comimos la vida
con tu ano escudriñamos a los detractores
con tus palabras exhaladas nos perfumamos
mantuvimos tu cuerpo sin vida para creer que estabas en la cama
acostado
convaleciente
como para cambiar de idea te soltamos las cuerditas
que introducían
sangre y chucherías
en tu cuerpo
y te dejamos rescatar luciérnagas
todas te las pegaste al cuerpo
ya sin tus tres letras
con dos ojos
dos piernas
pies, muslos
y tu inconsciencia
lleno de brillos
lunes, septiembre 10, 2012
boca de luz sin acierto
que tienen sus manos
nuevas
que tienen sus manos
envueltas en ese papel
suave
pequeño
cuya luz ha cedido al antojo del sol
que tienen sus manos
son guitarras
curvas perdidas
péndulos sin correas
que tienen sus manos
drogas
verdades
sigilosas guardadas
cruzadas lumbares
de las Evas cortadas
dos costillas y dos ojos
son sus manos
que tienen sus manos sin hijos
corregidas por el viento
ensimismadas
que tienen sus manos
además de los túneles que las recorren
nuevas
Son un árbol y una cama
nuevas
que tienen sus manos
envueltas en ese papel
suave
pequeño
cuya luz ha cedido al antojo del sol
que tienen sus manos
son guitarras
curvas perdidas
péndulos sin correas
que tienen sus manos
drogas
verdades
sigilosas guardadas
cruzadas lumbares
de las Evas cortadas
dos costillas y dos ojos
son sus manos
que tienen sus manos sin hijos
corregidas por el viento
ensimismadas
que tienen sus manos
además de los túneles que las recorren
nuevas
Son un árbol y una cama
miércoles, septiembre 05, 2012
Todo es naranja.
En mi ciudad sí se habla
se habla como los humanos se hablan entre
ellos
con susurros fuertes
tomados de la mano
con susurros y espaldas
con jorobas precipitadas
con alcornoques y amapolas
En mi ciudad se habla de la calabaza
pero sin su aroma
Las voces en mi ciudad son como racimos
enjutos
llenos de agua
de agua dulce y fría
En mi ciudad se habla un poco húmedo
entre los
zapotes
como si las vaporeras no cantaran ya
suficiente
cantamos pocas canciones
fabricamos gritos;
y los bostezos exangües de la tarde
nosotros los exportamos al aire
De pie, desnuda, mi tierra es una cama
de arena y piedras
musgo y cenizas
con grillas y grullas
con hormigas y besos de hamaca
(Pescadoras de sueños)
En mi tierra hablamos como deben hablar los
hombres
En silencio
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