jueves, septiembre 20, 2012

La Platzspitz

Serie de cuentos dedicados al inframundo. Juro que está en proceso, de hecho, el primero de la serie ya está en este blog.
Tiene que ser. Tengo que lograrlo.


Leer sobre La Platzspitz y el S-Bahm han sido grandes descubrimientos para mí. Jamás he estado en Europa, pero cada vez que me entero de algún suceso tan lejano a lo que acontece en América del Norte (porque tampoco he tenido el gusto de conocer América del Sur) me poseen unas fervorosas ganas de conocer estos lugares y habitarlos tal como en estos años he descubierto Mérida y algunas otras ciudades de México.
Habitar ciudades. La inteligencia cortísima del ser humano nos lleva a pensar egocéntricamente, por eso el geocentrismo, por eso las guerras, por eso el capital. Habitar ciudades no es dejar una huella de nosotros en ellas, es justo lo contrario, rodearse de París, Buenos Aires, Madrid, Barcelona, Ítaca, Bronsville, New York, Tokio, Simbabwe, Sudáfrica, Madagascar, Egipto, India. Es tomar un sorbo de ellas y llevárselas consigo, llevarse un poco de sus historias, de sus razones, de sus tiempos, sus gentes y sus colores. Nada dejas. ¿Qué puedes dejar, humano infértil, si la Tierra te ha dado todo? Llévate las cicatrices que te quieran dejar los hombres que han muerto, porque los vivos no importan sino están muertos.

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