lunes, diciembre 02, 2013

laberinto óseo

estoy buscando una parte del olvido dentro de tus oídos. En el laberinto que tiene tu cráneo junto a tu oído. Viajo disfrazado de sonido. Subo, doy una vuela a la derecha para aterrizar entre otolitos y células de suero. Bajo un poco y miro tres caminos: no sé adónde va cada uno pero nado sobre ellos, perdido en tu cerebro. Y sigo buscando un poco de olvido, sigo buscando una piedra que perdí a los once o una hoja que tiré por la ventana de mi coche la semana pasada. Sólo para eso estoy diciéndote que busco en tu cerebro una nota de venta y una nota de amor que quería dejarte la semana pasada en la ventana. Quizás estoy equivocado y no puedo encontrar mi olvido, sino el tuyo, pero cómo reconocer tu olvido entre todas las cosas que aquí hay: un árbol grande en el que una niña de lentes come una sandía, o una mano que unta mantequilla a un pedazo de pan, un río en un atardecer -tal vez en ese río esté mi piedra-. Debo estar equivocado. El problema es que aquí no está mi olvido. Aquí está algo que lo mismo puede ser tu olvido que tus recuerdos; y yo sólo quiero tomarlos todos del cabello y correr como el ladrón vulgar que se lleva una cartera vacía y un reloj corriente, con el cuidado de no jalar el gatillo y dispararle a sus pies. El mismo temblor me provoca estar parado en no sé qué parte de tu cabeza, oliendo tus secreciones más secretas, tus rumbos más tortuosos, tus pensamientos que resuenan como materia cuando cae y se quiebra sobre la nada. Es difícil adivinar si la manzana es importante para ti o si la carne molida es tu olvido. ¿y si me llevo algo importante, algo que te cambia radicalmente? ese momento que te hace tú, que te abre los ojos y te mantiene a esa distancia de coquetería con el suicidio y la lavandería, que te hace preferir las pastas rojas sobre las blancas y los vinos tintos sobre los blancos. ¿Y si me llevo el recuerdo más fuerte de tu abuela? ¿Y si al llevarme uno de tus olvidos -que yo supongo son las piedrecitas perdidas en este laberinto óseo- me llevo un recuerdo indispensable ese momento cuando te regalan el primer libro o cuando entiendes que eres una fémina y tu madre hace con tu cabello la primera trenza francesa?
No sé de dónde tomar. En todos lados hay frutas, correderas y yerba. Quiero llevarme algo sin que te des cuenta. Que cuando salga de este sitio haya encontrado un recibo de teléfono de 1994 o una partitura de Chopin que nunca pudiste tocar y dejaste bajo la cama. Tu mano -no la de ahora, sino la de hace veinte años- dejando junto a un teléfono público el monedero de tu madre. Quiero tomar algo y salir corriendo sin que te des cuenta aprovechando que llegué aquí buscando mi olvido y encontré muchas piedras.





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