domingo, octubre 13, 2013

Hay un iguanito. Camina a la parte más alta de la piedra y para él es un acantilado. Ya en la cima, comienza su rito de seducción -así como las mujeres acentúan sus rasgos con maquillaje- él mueve su pecho de arriba a abajo, repetidamente. A un metro está Fernando sentado bajo un árbol porque no sabe en qué ocupar su vida. Fernando lo mira con su movimiento, rutinario como cualquier apariamiento y le dice
-¿A mí me estás coqueteando? No te convengo, querido, tomo mucho y duermo poco y de vez en cuando me pongo loco por motivos que yo invento.
El iguanito se detiene, azorado por el rechazo, pero lo mira un momento más y vuelve a su movimiento. Arriba abajo. Fernando sólo posa su vista en el asfalto.

tomado del féisbok

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