miércoles, enero 02, 2013

Las tres velas se apagaron

 


    Ese hombre no es de fiar, y todos en el lugar lo saben: alguien vestido con pantalones cortos, barba, camiseta negra y vieja, que carga una bolsa, lee un libro y camina al mismo tiempo no puede estar pensando en lo que está leyendo. Ese hombre imagina a Cristo escribiendo su biblia en un burdel, completamente coco, con los ojos rojos y bien abiertos a las 5.32 de la mañana. Ese hombre mira a los perros lamiéndose los testículos, acariciándose el ano, ese hombre está seguro de que a lo lejos unos padres están llenando de plomo a su hijo de cinco años. Ese hombre piensa. Ese hombre se detiene al filo de la acera. Ese hombre mira hacia el auto que se acerca a él. Ese hombre cruza la calle apresurando el paso y lo hace muy afeminado. Ese hombre llega al otro lado y camina de nuevo y baja el libro, ya no lo lee, pero le gusta la presión de las hojas sobre su pulgar-separador. Ese hombre oye una gotera al fondo de su casa y sabe que ya no corre el agua por las tuberías. Ese hombre mira al frente, justo a mis ojos, y pareciera que es un espejismo, pareciera ser yo el que camina a él y también pareciera que a ninguno le importa, que chocamos, que nos atravesamos, y somos perfectamente el mismo molde. Cada cabello sobre cada cabello, cada libro sobre cada dedo. Nos atravesamos y ahora yo soy él, pero voy de regreso, y él se sigue yendo con mi cuerpo.




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