martes, mayo 07, 2013

continuidad y red.

El whisky es madera, el whisky de dieciocho años tiene un olor suave, huele a su color meloso y sabe a madera, alguna madera húmeda que bien me imagino en bosques.
El café, al igual que el whisky, es una bebida que no comprendo. Entonces ¿por qué uno no bebe algo que no entiende, pero no puede dejar de tomar algo que tampoco comprende? ¿Serán los extremos del entendimiento papilar los que marquen este arbitrario hecho? 


*    *    *

No entiendo porqué los humanos seamos tan contradictorios en cuanto a la muerte y los asesinatos. He visto ojos bien abiertos y oído risas e insultos cuando digo que el robar es peor que matar o violar. Estas personas no se han dado cuenta de lo que hacen a diario ni lo que se ha hecho durante milenios: asesinar. Sacrificar. 
Las sociedades hemos perdido el honor del sacrificio humano y lo hemos traspolado. El sacrificio se ha hecho -así lo creemos- mundano, simple, y sin darnos cuenta, el sacrificio sólo se ha hecho discreto, lo hemos hecho non plus ultra sin quererlo y sin saberlo. Reunidos en la hoguera, nos extasiamos de ver a nuestra víctima (y victimario) sucumbir ufano por nosotros. 
Reunidos, asistimos -como 600 años atrás- a un sacrificio (acaso varios) al día. 

*    *    *

El café huele a café, con su olor fuerte, estentóreo, caminante de cuatro patas y cuello erguido. El café es un animal silvestre, supongo vivo. Abre despacio su único ojo y lo abre a penas para no causar furor a los asistentes de su muerte. Ahí está el café marchando puntual a la única cita para la que ha sido deseado: el cadalso, la hoguera, el mar. Las muertes lentas y seguras. El café orgulloso marcha, ávido de su sacrificio. No abre bien el ojo pero bien erguido el pecho. Atrás de él hay una estela de brillos y polvos. Adelante el ulular de los asistentes. El café es la estrella y su admirador. El café es, en sí mismo, acto y público, dios y diablo, vibración y percepción, color y ojo. El café es un círculo. Sus múltiples brazos entran por muchas vías en los asistentes a su sacrificio. Su sacrificio es el show. Dentro de los cuerpos, el café abre brazos, carga cóleras, tiembla árboles, siembra tierras, hace músicas, baila -sus pies no tienen ritmo- sinuoso. Toda la noche llueves, todos los días abres mi pecho con tus dedos de agua


cortesía para el blog  Cafetería Cultural 


No hay comentarios:

Publicar un comentario